miércoles, 25 de enero de 2012

La Felicidad de Perfecta

La Perfecta casada se va de vacaciones. Todos en  casa aluden que necesita distracción, que trabaja mucho, que está estresada, que necesita relajarse. Le han comprado boletos de avión y la van a enviar a visitar a unos parientes en la conchinchina. Ella, la verdad, no está segura de necesitar las "ansiadas" vacaciones pero el esposo la ha convencido y le ha dicho que se tome todo el tiempo que quiera; es más su boleto de retorno tiene fecha para dentro de tres meses, cosa que Perfecta ignora.

Con mirada triste, ha dejado su cocina. Aquellas cuatro paredes en donde amanece preparando el desayuno y anochece salpimentando la cena. Allí quedan su refrigerador: el que llena y rellena todos los días con frutas, carnes y verduras, su estufa que -como  ella- jamás descansa  de hervir agua  y de cocer los sabrosos guisos,  su hornito eléctrico( algo corroído)pero que aún le sirve para hacer sus tostadas y recalentar una que otra cosilla. Su retaíla de cuchillos que no cortan, pero solamente ella sabe afilar y hacerlos funcionar. Su televisor pantalla no plana donde sintoniza el canal católico para rezar el Rosario. Mira de reojo también el microondas . Los va  a extrañar. 
Sube al avión y siente que quiere bajar. Perfecta no quiere irse a ningún lado. Respira algo ansiosa pero se calma, aun así  se  toma una pastillita para dormir durante el largo viaje; después de todo quizás si necesite las vacaciones, piensa.

Estudió por vocación en una de las mejores escuelas de enfermería  y se graduó de enfermera con honras. Fue como enfermera que conoció al hombre de su vida pero  al nacer su primera hija, él mismo la invito a dejar su profesión para dedicarse a su familia, ya que como "Doc" podía hacerse cargo de todo, por lo que encargó cuatro hijas más. Perfecta a menudo repetía que Dios había sido bueno al no enviarle hijos varones de lo contrario estaría en el manicomio  o en la cárcel.  Desde entonces se convirtió  en el prototipo de perfecta casada. La mujer honesta, fiel, religiosa, que se queda en casa criando a los hijos y atendiendo al  esposo en todo lo necesario.

Perfecta ha empezado a olvidarse de las cosas. Para sus hijas estos síntomas de arterioesclerosis son un pecado, pues ella es Perfecta. Se horrorizan y aveces la hacen sentir mal con miradas o comentarios a sus espaldas. Se quejan si en la semana cocinó tres días seguidos el mismo menú. Se cansan de escuchar las mismas historias una y otra vez. Sin embargo su familia en la conchinchina está feliz de tenerla y, como no la ven seguido, se detienen a admirar las arrugas que embellecen su rostro contrariamente a lo que al otro lado del mundo la hacen vieja y fea. Esas arrugas de heroína, de luchadora, de sobreviviente en su valle de lágrimas.

Los parientes también disfrutan sus deliciosos platillos pues ella insiste en ayudar en la cocina. No quiere perder la costumbre. Quiere sentirse necesaria, útil. Perfecta piensa que si no mueve la escoba, no cocina, no riega las plantas, no se queja, no corrige, no grita, no se enoja...  su mundo está de cabeza y no sirve para nada. Es como si con el  paso de los años hubiera perdido la capacidad de disfrutar de la vida mas allá de su papel de esposa y madre. No se detiene a ver el amanecer, ni a contemplar el anochecer. No le gusta el verano, ni caminar descalza por la arena. No contempla la Luna y mucho menos las estrellas. 
Nuestra Perfecta es una mujer maravillosa y valiosa. Claro que a ella se le olvida porque  con el ir y venir de los días, meses y años nadie se lo recuerda. Quizás sólo en el día de las madres la llenen de rosas y tarjetas con palabras robadas que se ajustan a los sentimientos del momento. Pero creo que Perfecta necesita escuchar palabras de amor y agradecimiento más seguido. Necesita abrazos, besos,  necesita mostrarse frágil y sentirse  protegida. 

El día más feliz para Perfecta es cuando  toma el vuelo de regreso a casa. Está contenta y agradecida de haber pasado este mes con los parientes, pero cuando llega al aeropuerto su rostro dibuja una cara de plena felicidad. Sí, regresa a su hogar, a su rutina, a su mundo. La idea de su amado esposo era que descanse por tres meses pero... PERDÓN,  sólo en sueños esta Perfecta podría haberse ausentado tanto tiempo  de su hogar. Y allí va con lágrimas en los ojos rumbo al avión que la llevará de regreso casa. Las lagrimas del ojo izquierdo son de pena por dejar a los parientes que tanto la quieren y la miman; las del derecho de felicidad, por razones obvias.

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