El Dodge Coronet 440 ha cumplido cuarenta y cinco años al servicio de la familia y la colectividad trujillana. Ha rodado más de cien mil kilómetros en su vida automovilística y ha conducido orgullosamente a cuatro generaciones. Es imposible imaginar a alguien más en el volante del gigante. Sólo papi conoce de sus mañas, sus defectos y también de su grande sueño; de aquel día en que las miradas y las sonrisas se vuelvan hacia él como reconocimiento a su trayectoria, como reconocimiento a su fuerza, su elegancia y potencia.
Siempre fue el auto oficial de nuestra gran familia. No sabemos cómo es que entraban tantas personas en él. ¡Era milagroso!. Su gran tamaño era su gran virtud y a la vez su debilidad, ya que por ser grande era también sediento. Dodge nació en una época en que la gasolina era barata pero, al estallar la crisis del petróleo en los 70's se sintió frustrado. Fue obligado a NO circular ciertos días de la semana por racionamiento de gas. Pero si para eso había venido a este mundo!, ¡A rodar!. Callado no más tuvo que hacer caso a Papá quien como buen ciudadano comulgaba con la idea del "Ahorro es Progreso". Recuerdo claramente esa calcomanía blanca que decía: Martes y jueves no circular. En aquel entonces era yo una niña y no entendía de guerras por petróleo. Aún ahora no lo comprendo.
Luego de esta crisis mundial, los autos de gran volumen dejaron de fabricarse y en consecuencia pasaron de moda. Por eso es que los Coronet's son escasos. Papi es uno de los pocos en Trujillo que todavía lo conservan. Su motor es fiel y siempre tiene arreglo. Durante años, mis hermanas y mi madre trataron de persuadirlo para que se comprara otro menos grande y menos costoso de mantener. Pero Papá jamás se dejó convencer. El y Dodge habían desarrollado una suerte de fiel amistad y eran el uno para el otro. (...)"Parecía automático, pues al estar con mis tragos sabía por dónde llegar a casa y entrar al garaje sin problemas", recuerda papá.
Mi hermana mayor fue la aprendiz de papá y hasta la fecha la única de las cinco que se atrevió a manejarlo. Cuando estaba al volante se sentía especial. Esto hacía a Dodge muy feliz. Pensaba que el cariño que ella le demostraba era suficiente para que algún día, llegado el momento, lo escogiera como su auto de bodas. Dodge esperó pacientemente pero ese día jamás llegó. Mi hermana prefirió al bullicioso Mustang de su novio. Dodge se sintió traicionado y los celos le hacían pensar que Mustang no tenía buen porte y que además era incómodo al tener sólo dos puertas. Quizás para la siguiente boda se fijarían en El. Pero no. Mi segunda hermana tampoco lo escogió. Los novios manejaron el Nissan Sentra del vecino. Dodge no podía creer que había sido desplazado por un auto ¡compacto!. Sin embargo no dejó notar su tristeza y en ambas oportunidades manejó satisfecho y orgulloso con papá y toda la familia.
Lo que hace más feliz a nuestro auto es tener a mucha gente dentro. Es muy servicial. Cada momento, cada carrera, cada paseo están guardados celosamente en su memoria y por supuesto en la memoria de papá. Ambos se sienten felices de haber abrigado y dado asiento a los nonagenarios abuelos, a su amada esposa, a sus cinco hijas y sus seis nietos. De haber transportado a ministros, políticos, médicos, amigos ricos y pobres. A veces si te quedas en silencio parece aún retumbar allí dentro nuestras risas, gritos y conversaciones y - si cierro los ojos- puedo verme trepando en los asientos yendo de atrás para adelante cuando era pequeñita. Con los ojos cerrados también se puede sentir la brisa de nuestra playa preferida y el incienso de la procesión en Domingo de Ramos. Sí, Dodge está impregnado de ése y de otros almizcles. En el espejo retrovisor puedo ver también el día de la primera merecida cachetada que recibí de Papá. Dodge definitivamente nos ha visto crecer, madurar, pecar, triunfar, caer y levantarnos. VENDERLO?. "Lo bueno, bonito e importado NO se vende. Lo querían comprar para tenerlo de colectivo. Eso NUNCA!", me dice papá.
Lo que hace más feliz a nuestro auto es tener a mucha gente dentro. Es muy servicial. Cada momento, cada carrera, cada paseo están guardados celosamente en su memoria y por supuesto en la memoria de papá. Ambos se sienten felices de haber abrigado y dado asiento a los nonagenarios abuelos, a su amada esposa, a sus cinco hijas y sus seis nietos. De haber transportado a ministros, políticos, médicos, amigos ricos y pobres. A veces si te quedas en silencio parece aún retumbar allí dentro nuestras risas, gritos y conversaciones y - si cierro los ojos- puedo verme trepando en los asientos yendo de atrás para adelante cuando era pequeñita. Con los ojos cerrados también se puede sentir la brisa de nuestra playa preferida y el incienso de la procesión en Domingo de Ramos. Sí, Dodge está impregnado de ése y de otros almizcles. En el espejo retrovisor puedo ver también el día de la primera merecida cachetada que recibí de Papá. Dodge definitivamente nos ha visto crecer, madurar, pecar, triunfar, caer y levantarnos. VENDERLO?. "Lo bueno, bonito e importado NO se vende. Lo querían comprar para tenerlo de colectivo. Eso NUNCA!", me dice papá.