miércoles, 16 de junio de 2010

Que no quede huella

Johana y yo tenemos varias cosas en común. Somos dos mujeres latinas viviendo en los yunaites y casadas con un "gringo". Ambas con un hijo de dos años y ambas madres a tiempo completo. Somos vanidosas, nos encanta bailar y comer Thai. Las dos hemos sufrido aquella ansiedad y depresión que conlleva el dejar nuestras familias, nuestros países y culturas. Pero hay una diferencia. Johana es zurda.

No me había percatado de ese detalle hasta el día en que la vi cepillarse los dientes con tal fuerza y tal esmero que me dio un poco de vergüenza no seguir yo la misma técnica. También la vi cepillarse el cabello, lavarse la cara , secársela y sólo con la mano izquierda. Johana come, escribe, acaricia, abraza y da gracias a Dios con la misma mano. Ahora mismo Johana está cocinando pasta para su hijo y sólo con la mano izquierda.

El 19 de marzo JOhana había cumplido 30 años. Celebramos comiendo Paella y admirando un buen zapateo Flamenco.Despues del show bailamos en un club con el afán de quemar las calorias ganadas por el suculento platillo. Me dice que siente que tiene que hacer algo, que tiene que empezar una nueva vida. Quiere que Dios le diga de una vez por todas qué hacer, qué camino tomar. Esta impaciente, ansiosa... ansiosa e impaciente.

6.10 de la tarde. Miercoles 7 de Abril. Cegada por el sol, una jovencita embiste con su auto a Johana y su hijo. El lado izquierdo de su cabeza se ha estrellado contra el parabrisas. Su pequeño de dos años sale volando y rueda por la pista, pero los angeles de Dios lo toman en sus brazos y lo protejen. El tiempo se ha detenido para Johana. Ha llegado al hospital sin esperanzas de vida. Al día siguiente me encuentro con la realidad. Su rostro y cuerpo hinchados, su hermoso cabello negro largo ensangrentado y enmarañado. Dos cicatrices de cortes en el cerebro. Un tubo dentro de su garganta. La escena es deprimente. La vida es tan frágil; hoy estamos, pero quien sabe si mañana.
Estoy segura que va a despertar , que va a vivir, no lo dudo ni un momento. Y asi lo hace. Sólo con los ojos se comunica con su esposo. Mueve solamente la pierna izquierda e intenta quitarse el tubo de la boca también con la mano izquierda. Nick, su esposo, quiere respuestas. Johana se las da con señas. Se acuerda de quién es, pero no sabe qué hace en aquella cama. Los médicos se sorprenden por su rápida mejoría. Estan listos para retirar el tubo. La espera desespera. Queremos escucharla!. Con una vocecita ronquita y demasiado sexy pregunta qué pasó y dónde esta su hijo. Su garganta feels like crap, está totalmente maltratada. No recuerda nada del accidente.

Nos sentamos a la mesa para saborear la pasta que ha preparado. Parece que se siente felíz y agradecida de poder cocinar para su hijo nuevamente; sin embargo hay una pregunta constante: Tú crees que voy a ser como antes?. Como siempre le respondo que sí, que es cuestión de tiempo y que las terapias son la clave para su mejoría. Los propios terapéutas le han dicho que ella se va a recuperar y que volverá a caminar bien y a mover su brazo derecho. "Yo quiero ser como antes, y no quiero que quede huella; que no quede nada que me recuerde este accidente".
Pero el accidente sucedió y estaba escrito en el libro de Johana. Y no sólo le ha cambiado la vida a ella y a su familia, sino a todos los que estamos a su alrededor.

Despues de aquella tragedia comprendí de una vez por todas que nada está en nuestras manos y que la vida es un instante. Que cada segundo, cada milésima, es una regalo divino que puede ser tomado de vuelta cuando el creador lo decida. Comprendí que la amistad es un don y que hay que saber ser un buen amigo. Comprendí que lo que refleja el espejo, al mirarnos, no es la verdad absoluta y que el tiempo no existe. Todos en nuestra vida pasamos por un breaking point: un episodio que nos cambia por completo y nos hace crecer y tiene que suceder tarde o temprano. Cuando ocurre puede ser devastante y pensamos en lo desdichados que somos y queremos saber por qué nos pasó precisamente a nosotros. Pero después de la tormenta llega la calma y de seguro vamos a ser mejores, porque nada sucede en vano sino que encaja en los planes de Dios.

Sólo después del accidente me di cuenta que mi amiga era zurda, cuando me pidió que la llevara al baño de su cuarto en el hospital donde pasó días y noches interminables de llanto, de frustración, de oración y de trabajo duro en su rehabilitación. Y fue allí que la vi cepillarse los dientes con tal fuerza y tal esmero que ahora sí sigo su técnica y rutina.

Post tardío sobre un ex-distinguido vivo que ya esta muerto

Dieciséis de Abril del Dos mil diecinueve. Mi estimado amigo Alberto Castillo, director de la web Open Trujillo, me envía un mensaje rec...