martes, 17 de septiembre de 2013

BIENVENIDO MY DARLING EXTRAÑO


El Caballo de Copas. Era la segunda vez  que la bruja  me lanzaba esa carta. Aquella vidente tan difícil de entender. Hablaba sin pasar saliva y tenías que ser rápida en leer de sus labios las palabras que salían a medias debido a su desgastada dentadura. Yo la encontraba algo cómica pero, la dama, tenía fama de ser muy precisa en leerte la suerte; en adivinar tu futuro. Visité su casita un par de veces a pedido de mi mejor amiga quien estaba interesada en saber si su ex enamorado seguía pensando en ella. Yo también hice mi consulta: ¿Es que mi amor platónico dejaría alguna vez de serlo?. La mujer era ambigua. Yo era incrédula. Me resistía a pensar que alguien pudiera decirte qué iba a suceder en el futuro. ¡Sólo Dios lo sabía!. Además cuando uno tiene veinte años, el futuro es lo último en lo que se piensa. "Hay un hombre blanco en tu vida que viene por la puerta grande y te llevará con El", me dijo la mujer.

Conocí  a varios jóvenes con las características del caballero descrito por la bruja. Tez clara, ojos líquidos, cabello castaño, soñadores, románticos con grandes ideales,  pero aún no me había ido con ninguno. Estos caballeros galoparon  en el mismo caballo con que llegaron algún día a mi vida; un caballo que  no me atreví a montar o en todo caso no era tiempo de hacerlo. Ninguna de esas relaciones había tenido un final de Corín Tellado. Aquella década fue una década de aprendizaje. De enamoramientos,  de pasiones, romances, ilusiones, desilusiones, mentiras y traiciones. Mi diario incluía varios poemas de amor y arrepentimiento  por un joven que dejé marchar. En mi joyero aún conservaba  el  anillo de compromiso que me recordaba mi falta de compromiso. Y en mi corazón conservaba las heridas de un amor no correspondido.

A puertas de cumplir mis treinta veranos, me tropecé con una moderna bola de cristal la cual curiosamente tomé en mis manos. La esfera se iluminó de inmediato y ví la silueta de un hombre en una agencia de viajes. La agente le informaba que el vuelo que necesitaba estaba full y que definitivamente no quedaban espacios. Lo vi marcharse cuando de pronto, los cristales cambiaron su color. 
Me llevé la bola a mi trabajo y la guardé en un lugar seguro. Luego revisando mi correo electrónico, encontré  un mensaje que cambiaría el curso de mi vida. El hombre misterioso de la bola era el mismo hombre que había conocido yo en algún lugar del ciber espacio. Su llegada a Perú fue  en viaje de negocios y terminada su semana de trabajo decidió que el fin de semana lo dedicaría a conocerme. Me cuenta que le ha pasado la cosa más extraña. Que no encontraba vuelo Lima-Trujillo, que ya se marchaba de la agencia pero que de repente alguien canceló su vuelo y que ahora su viaje a mi linda tierra era un hecho. Nuestro contacto se había iniciado meses atrás gracias a la creciente tecnología del siglo 21. El internet, había habilitado y  acelerado nuevas formas de intercomunicación mediante la mensajería instantánea, forums y las redes sociales. Nuestra comunicación virtual se había limitado a preguntas y respuestas frecuentes sobre el clima, Cuzco, software, hardware, Microsoft, Apple,  el 11 de septiembre, Bush y Fujimori. Yo estaba feliz practicando escribir en el idioma  inglés y a él se le notaba muy contento de poder conversar con una descendiente de los Incas.

Viernes ocho de marzo del dos mil tres. Sentada en mi escritorio escucho pasar a lo lejos el avión del vuelo de la tarde. Ha arribado. Se siente como el presidente de los Estados Unidos  bajando de su avión privado por las escaleras. Una suave brisa recorre su rostro, así como un muy particular olor a ganado. De todas las ciudades en el mundo que conoce, Trujillo, definitivamente empieza a ganarse el título de única. Un taxista enviado del  hotel lo recibe y guía hasta su auto. Al apreciar el vehículo, nuestro turista, no sabe si el bólido está en condiciones de arrancar.  Enhorabuena es un hombre positivo y alegre. Por su lado, el chofer se siente importante porque el único "gringo" que bajó del avión aquella tarde de verano, está ahora sentado en su carrito vintage. ¡Sí, señor!. Y allí van los dos, sonrientes,  a 20km. por hora rumbo a su destino.

La bola de cristal nunca me había mostrado su rostro. Cuando me presento en su hotel, me está esperando en la recepción. El tiene una idea borrosa de mí, pues la foto que colgué en el internet no estaba nítida y aunque yo tampoco sé como es físicamente estoy segura que es él. Tiene puesta una camisa blanca y unos pantalones color camel. Su rostro tiene un bonito color bronceado. Su cabello brilla como hilos de oro. Lo primero que me llama la atención es su cálida sonrisa que me recibe como si me conociera de hace mucho tiempo atrás. Le doy un abrazo, le digo Hello!, How are you? y busco  sus ojos, sus graciosos ojos pardos  que me producen una absoluta paz y alegría. El sólo sonríe, sonríe y vuleve a sonreír. 
En ese momento no hay más pantallas, estamos frente a frente y necesitamos comunicarnos. Hay mucho qué decir y definitivamente no será en Español. En mi cartera , llevo mi diccionario de inglés de bolsillo,  varios  lapiceros y post-it amarillosEmpiezo a balbucear en su lengua oficial; él ni siquiera balbucea la mía, así que intento articular mejor mis palabras y poner en práctica mis conocimientos en la materia. Creo que la vida me había estado preparando para este encuentro instilando en mi desde pequeña el gusto por el idioma anglosajón. Recuerdo mi obsesión con los libros de ingles de mis hermanas mayores. Yo quería hablar ingles a como diera lugar, y eso tenia que hacer en este preciso momento. 
Terminados los respectivos saludos y balbuceos, he logrado comunicarle que tomemos un taxi y allí vamos directo al lugar donde se prepara el mejor Pisco Sour de la ciudad. Nos los hemos tomado casi todos celebrando el Día Internacional de la Mujer y brindando por nuestro encuentro. Después de caminar por la plaza principal y mostrarle nuestro monumento a la Libertad, lo he llevado a bailar y para mi grata sorpresa, no tiene dos pies izquierdos. De hecho lleva bien el compás de los ritmos latinos. Le digo que para ser "gringo" baila muy bien. El se siente halagado y sorprendido de su actuación pues nunca ha bailado una salsita, un merenguito y mucho menos una chicha en su vida.

Nuestros cuerpos están bailando muy juntos, nuestras manos entrelazadas, nuestros ojos comunicándose sin ninguna barrera pero... no quiero pensar en romances ni ilusionarme con otro caballero más. No quiero, pero desde que nos miramos parece que hemos querido estar juntos. No quiero y sin embargo no puedo huir de este extraño que llega cuando menos lo pienso y cuando más lo necesito. Un extraño que habla una lengua diferente a la mía, que vive a kilómetros de distancia,  que tiene millones de pecas en el cuerpo, que come hamburguesas y toma diet coke. Un extraño que me llevará con él en su caballo alado lejos de mi tierra y de los míos atravesando ríos, mares, desiertos, montañas y junglas en medio de tormentas, huracanes y tornados. 

Sí, el hombre de mi vida resultó ser más o menos como el hombre descrito por la vidente. Sin embargo creo firmemente que nuestros destinos tienen que haber estado pensados desde mucho antes y que nuestro encuentro va más allá de simples supersticiones o lógicas coincidencias.  

Post tardío sobre un ex-distinguido vivo que ya esta muerto

Dieciséis de Abril del Dos mil diecinueve. Mi estimado amigo Alberto Castillo, director de la web Open Trujillo, me envía un mensaje rec...