jueves, 12 de enero de 2012

Cuando la visita de Soledad nos reúne

Todos los miércoles Ben, Charles y Jerry llegan al estudio con su mejor sonrisa, bien peinados aunque no muy bien planchados, dispuestos a divertirse y a conocer alguna nueva pareja que lleve su ritmo. Rose, Joan y Marian saben que Ben no lleva bien los compases, que Charles arrastra los pies y que hay que cuidarse de Jerry y sus pesadas zapatillas. Se conocen hace algunos años. Todos llegaron allí por el mismo motivo. La Soledad.  Ella los hizo recurrir a la más grande cura, a la mejor de todas las terapias. El baile.

Estaba buscando clases de baile por las mañanas, pero nada se ajustaba con mi horario, hasta que llegué a  Starlight dance studio. Cuando entro  veo a un  grupo de señores y señoras que sigue los pasos a la cuenta de la voz afeminada del instructor. And Slow, slow, quick quick slow.... están bailando Fox Trot. Cuando la música termina le hago señas al maestro quien muy sonriente me saluda. Le comento que quiero tomar las clases. Me mira como si estuviera fuera de mí y me explica   que este grupo es de ancianos, retirados y además  viudos. Lo cierto es que a mí no me interesó si mis compañeros de clase me  llevaban la delantera en edad. Al contrario me hacía sentir bien. No llegué al lugar para buscar novio o exhibirme , sólo quería bailar y seguir aprendiendo. Efectivamente no era aún retirada, ni viejita, ni viuda, pero "La Sole", me visitaba de vez en cuando y también trataba, como mucho de ellos,  de quitármela de encima.

El ambiente es muy acogedor. La sala de baile es amplia y bien iluminada. Manuel sabe cómo hacer la clase entretenida y mantener contentos a los sexa y septuagenarios que acuden puntualmente cada miércoles al estudio. Los martes, el mismo grupo, va a jugar bowling; los jueves es día de tacos, burritos y chimichangas; y los viernes es el día de practicar las lecciones de baile en un elegante Ballroom donde una magnífica orquesta interpreta los diferentes ritmos musicales. Verlos bailar y disfrutar de la vida más que los propios jóvenes, es un deleite para mis sentidos.

Ben es Judío. No estuvo muy convencido en tomar las lecciones, pero hizo caso a la recomendación de su geriatra. El ejercicio es bueno Ben! pero sobretodo la experiencia y la socialización es importante para nosotros los muchachos del ayer!
Charles es alto y delgado y de todos es el que baila mejor, aunque arrastre los zapatos. Es su estilo. Conoce la música perfectamente, la tararea mientras baila. Sus pequeños ojos azules miran a un punto que vas más allá de las paredes del estudio. Deben ser los recuerdos que la música trae consigo. Charles lleva muy bien el compás y sujeta las manos de las señoras delicadamente. Las suyas también son delicadas. La piel tiene pequitas que contrastan con la sangre de sus venas. Charles es viudo hace cinco años.
Jerry es primo de Ben y fue éste quien lo animó a integrarse al grupo. Es un dulce gordito que se sonroja con facilidad. Usa tirantes y la pretina de los pantalones muy alta. El baile lo desinhibe y lo relaja tanto que aveces pisa a las señoras con su pesadas zapatillas. 

De todas las damas, Rose es la más dulce y frágil y siempre  está contenta con cada paso que dá. Su pequeña jorobita no le impide para nada disfrutar del Cha cha chá, ritmo que más le entusiasma y la llena de gozo. Claro que bailar el Cha cha chá con Jerry no es muy divertido, pues las zapatillas pisan más rápido, sin embrago Rose es felíz y todos se ríen porque ella es la única que lo soporta!
Joan, es alta, muy alta y de voz gruesa. Perdió a su marido muy joven y hace un par de años se jubiló, por lo que su vida se volvió aún más solitaria. Se le nota una mujer fuerte y por eso disfruta del Tango. Tiene actitud para ello. Su columna aún esta firme y su paso es seguro.
Marian es China. Le gusta la Rumba y quiere hacerlo perfecto. Aveces se preocupa más de la técnica que de disfrutar bailando. Todos saben que no hay que fallar con Ella, sino lanzará esa mirada de furia con sus ojos chinitos. Al final todos se rien; inclusive ella misma de sí.

Durante los cincuenta y cinco minutos que dura la clase, rotamos parejas bailando  y reímos con las bromas de Manuel. Jamás imaginé que disfrutaría tanto ni que me sentiría tan bien  acompañada con este grupo de almas solitarias para quienes el bailar es una fiesta; un evento social que implica complicidad y proporciona seguridad pues los participantes comparten una actitud desinhibida, relajada, que brinda la oportunidad de expresar alegría y abandonar el estrés o la depresión.
Y es que el baile conjuga a la perfección dos aspectos importantes hasta hacerlos casi indisolubles: ejercicio físico y convivencia social.

Cuando dejas que la música te llene , cuando dejas que los ritmos  toquen tu corazón,  cuando la melodía llega tan profundo a tu cerebro segregas lágrimas de alegría, de dolor, de angustia ; lágrimas que aveces no tienen explicación y al bailar te liberas, sudas, dejas ir, ríes, compartes, renaces. 
Quisiera que cuando lleguen estos días de invierno a mi vida, sea el baile una de las actividades que me caliente y me acompañe. Quisiera que mis huesos se mantengan fuertes para poder seguir moviendo mi cuerpo y expresando mis emociones. Quisiera ser como cada una de estas personas maravillosas -de aquí a unos cuantos años- y tener la misma energía, determinación  y el valor para continuar viviendo a pesar de la inevitable soledad.  

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